Cristina y Alberto comparten la centralidad en el peronismo y en el Gobierno nacional, aunque con pesos institucionales diferentes y centralmente con distintos roles políticos, producto de los caminos recorridos, de la relevancia como dirigentes y de la historia de cada uno; donde los desencuentros personales aparecen en la escena. El futuro de la gestión y del país está atado a cómo se encarrile esa sociedad, originada en una genialidad táctica de la ex senadora para unir a un peronismo disperso en distintos espacios; y con un solo propósito: desalojar a Macri del poder.
Objetivo cumplido, lo que se les viene es el verdadero reto, y mas difícil: enfrentar con éxito la crisis social y económica. Son dos personas de fuerte carácter, sin embargo, en el juego del armado de las piezas en el gabinete y en el Congreso, la ex presidenta hizo notar su ascendencia. No miró de afuera cómo armaba su equipo Alberto; propuso, eligió y vetó nombres y puso en carrera a su hijo Máximo Kirchner al imponerlo como jefe de la bancada del bloque de diputados del Frente de Todos. Lo largó a la cancha para que muestre si tiene los genes de sus padres; tremendo empujoncito para ponerlo en la primera línea de fuego del peronismo y de la política nacional. Cristina es quien fortalece al Presidente y, por ende, es también quien puede debilitarlo sólo con un gesto; es una relación seguida con atención por el mundo político y por el de los analistas, que estiman que, por personalidad, la vicepresidenta no dejará que la opaquen o que minimicen su aporte a la construcción de la historia argentina de los últimos años.
En esa sociedad de dos, ella es la líder, la que dio el primer paso al ceder su lugar de privilegio en una eventual fórmula presidencial para otorgárselo a quien fue compañero de ruta de su esposo, Néstor Kirchner, y gran crítico de su gestión presidencial: Alberto Fernández. El jefe de Estado, a diferencia de Cristina, tiene que consolidar su poder desde el Ejecutivo, pero fundamentalmente desde la gestión; porque una equivocación que derive en la profundidad de la crisis significará el inicio de su caída.
El “albertismo” es una posibilidad en ciernes, apuntalado sólo por algunos gobernadores y sindicalistas que reniegan de La Cámpora y de los modos del kirchnerismo duro. De cualquier forma, su consolidación desde la presidencia no dependerá sólo de su habilidad política, sino también de que su vicepresidenta le permita maniobrar con comodidad, sin condicionamientos ideológicos o presiones personales. En ese marco, sólo puede visualizarse un estado de permanente tensión. La unidad del peronismo depende de la continuidad y de la fortaleza de esa sociedad, lo mismo que la gestión, que incidirá sobre el país. Alberto preside, pero es ella quien conduce y tiene el título de jefa, y lo ejerce.
Del otro lado del peronismo, hay un 40% del electorado que eligió nuevamente al ex presidente Mauricio Macri y que, por lo tanto, le dio la espalda al Frente de Todos, por diferentes razones. La pregunta clave es quién o quiénes representarán ese espacio de la sociedad, y con qué discursos o medios.
¿Alguien se montará sobre lo ideológico para establecer las diferencias o bien apuntará a las acciones políticas e institucionales para sentar posición? El ex presidente manifestó que quiere ser el líder de la oposición, pero para convertirse en ese líder no valen las expresiones de deseo sino una verdadera vocación por hacer política y una férrea voluntad por ganar ese espacio, hasta a los codazos, pero con mucha cintura y capacidad política para entender lo que la hora exige.
A Macri no le basta con decir entusiasmado que va a ser líder de la oposición, porque ese sector está fragmentado y dividido y tiene muchos potenciales aspirantes a ocupar ese trono; dirigentes con historia y recorrido político, como los gobernadores. No le van a hacer fácil la tarea a Macri, quien, para algunos, ya fue, aunque no se animen a decirlo porque es temprano, y porque a nadie hay que dar por muerto. Lo único certero es que Macri, a futuro, es una incógnita que sólo él develará.
Alberto Fernández
1 Tiene 60 años, nació el 2 de abril de 1959 en Buenos Aires. Abogado y profesor de Teoría del Delito en la UBA.
2 Presidió la juventud del Partido Nacionalista Constitucional hasta 1983, cuando decidió afiliarse al PJ.
3 Fue funcionario de los presidentes Raúl Alfonsín, Menem, Eduardo Duhalde Kirchner y Cristina.
4 Fue jefe de Gabinete de Kirchner y Cristina, de quien se alejó en 2008 volviéndose un duro crítico de la gestión.
Cristina Fernández
1 Con un video, Cristina sorprendía al mundo político el 18 de mayo anunciando a Alberto como su candidato.
2 “Tuve diferencias con él”, dijo la entonces senadora de Alberto, quien dejó su gestión con duras críticas.
3 La vicepresidenta fue electa con 13 procesamientos judiciales y siete prisiones preventivas.
4 El 29 de octubre, dos días después de ser electa, la sobreseyeron en dos causas por falta de mérito.